CINE: Crítica de “MURALLA” – No maten al mensajero.

Por Lucas Manuel Rodriguez


Con ‘Muralla’, film que se iba a estrenar únicamente en señales de HBO, Bolivia juega una primera apuesta comercial en las exhibidoras de Argentina. Se trata de un “spin-off” de ‘La Entrega’, la miniserie de diez episodios sobre el periodista Paco Velasco que, a partir de su investigación profesional, comienza a atar cabos sobre una muy programada red de trata y tráfico de personas que no es exigente con su mercancía (o “bultos”) en cuanto a género o edad.

Es pertinente destacar de entrada a las tres figuras talentosas que se destacan en esta película, a saberse: los bolivianos Fernando Arze y Cristian Mercado, y, nuestra estrella local, Pablo Echarri -en un papel casi insólito en su carrera, si descartamos ‘Cuestión de principios’ y ‘Al Final del Túnel’-. Arze es Coco “Muralla” Rivera, quien se dedica a ser peón de este nefasto modelo de negocios, para conseguir el dinero necesario, y en la urgencia de aplacar los avances de una enfermedad terminal que sufre su hijo Lucas; Mercado es el intermediario entre “Muralla” y los patrones, y dispone de toda la información necesaria para amenazar con denigrar la reputación como arquero futbolista retirado del protagonista; Echarri, por su parte, tiene un rol reducido en tiempo de duración que se hace esperar y del que anticiparemos.

No nos cabe duda que estamos ante una obra que tiene una denuncia enriquecedora por aportar, pero no por eso dejaría de ser una ejecución cinematográfica imprecisa. Por un lado, el realizador Gory Patiño demuestra que tiene la habilidad de dirigir con buen pulso a sus actores; por otro lado, su manera de congeniar junto a su montajista (Germán Monje) y su fotógrafo (Gustavo Soto) resulta mayormente problemática.
Hay decisiones estéticas que terminan por arrebatarle un ritmo poético que por momentos sí logra. Entiéndase por: débiles manejos de cámara en mano durante persecuciones a pie; el trillado recurso del mensaje de texto que tanto popularizó -y se empezó a banalizar con- la serie ‘House of Cards (2013-2018); e incluso, angulaciones con valores simbólicos casi nulos -predominan planos holandeses que se suelen distanciar de composiciones de tensión-.

Comprendemos los postulados de ‘Muralla’, compartimos mucho de lo que declara a través de su historia, que, dicho sea de paso, no cae en pesimismos absurdos, más bien señala las vicisitudes de un mundo menoscabado. Sin embargo, insistimos, cuenta también con el pecado, para nada menor, de no tomar impulso discursivo en sus elementos de épica y tragedia. Su mensaje es acertado; su manera de proponerlo, no.

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