Por Sergio Héctor Misuraca
Foto Mauricio Caceres
Inauguro este año teatral con una obra que anticipo, sin haber visto aún las que veré algún día, estará siempre en mi retina entre los mejores recuerdos como espectador de la cartelera argentina.
La savia de Ignacio Sánchez Mestre es una joyita escénica que navega desde 2017 y que tiene como protagonista a Mirta Busnelli, ganadora del premio trinidad Guevara como actuación protagónica femenina en dicha obra. Con una puesta escénica leal a un título que juega al doble sentido entre la savia y la sabiduría, y que en un pestañar de luces, se transforma para decidir a quién darle mayor protagonismo, si a las plantas y los libros o a Elsa.
Una mujer, rodeada de libros y plantas, escribe para no olvidar y sus recuerdos se mezclan con sus fantasías, y el pasado vuelve y se transforma en presente, en otros cuerpos, los de aquellos, que podrían existir o no, si así lo decide, para ser muchos personajes a la vez, o tal vez ninguno.
Mirta Busnelli, Elsa, es la madre o la abuela que todos podríamos tener. Mezcla de intelectual y cascarrabias, o como bien la define el Chino, uno de los personajes que la rodea, un poco adorable y un poco monstruosa. Su interpretación es de una sutileza tal que basta una sola mirada para mostrarnos el interior de un personaje, que, para vivir, tal como lo hacen las plantas, sin agua se marchita.
Las interpretaciones auxiliares de Agustin García Moreno y Constanza Herrera, crecen a lo largo de la obra, con versatilidad y timing, sosteniendo diferentes personajes que le dan forma al presente, al pasado y al futuro de Elsa. Sin ellos, la obra no sería perfecta.
La Savia nos llama a la reflexión sobre muchas cosas en una comedia dramática, poética, ácida y con toques de humor negro. La realidad como construcción y decisión, el desapego de los hijos con sus padres, la soledad en la tercera edad, la muerte como inevitable y cercana, y el olvido, como enfermedad o necesidad. La savia es una metáfora de lo que inevitablemente seremos sin llegamos; seres reducidos, pequeños, indefensos, o atrapados en nuestros propios recuerdos. La decisión de cómo revertirlo estará en nuestras manos, o en nuestra mente, depende la historia que escribamos, o las decisiones que tomemos de ser o no ser, de estar o no estar.
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