TEATRO: Crítica de "LA SALA ROJA"

Por Marcelo Cafferata

Todo lo que se, lo aprendí en el Jardín de Infantes

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Como parte de la “movida” de llevar en esta temporada de verano una selección de las mejores obras del circuito off a la calle Corrientes (ver AQUÍ), “LA SALA ROJA” desembarca en el Teatro Metropolitan durante enero y febrero.

Una sala con historia

“LA SALA ROJA” comenzó con funciones allá por el 2013 y fue uno de los grandes sucesos del off que llenó la sala de “El Camarín de las Musas” durante varias temporadas. Luego de su paso por “Timbre4”, giras por la provincia de Buenos Aires y por España, ya cuenta con diferentes versiones montadas en Brasil, Panamá y Paraguay.

Cualquiera que haya tenido hijos en edad escolar, sabe perfectamente lo que son las reuniones de padres a las que hemos sido sistemáticamente convocados. Justamente esas reuniones del Jardín de Infantes son el caldo de cultivo propicio para sacar a relucir todos los miedos, frustraciones, angustias, inseguridades y proyecciones que hacemos, como padres, sobre el mundo de nuestros hijos.

¿Quién no ha sentido un vacío en el estómago cuando dos “mammis” exponen temas que nuestros hijos ni nos contaron -traicionándonos como si nos hubiesen ocultado el secreto mismo de la vida- y nos sentimos ajenos en algo de lo que todo el mundo parece saber? ¿Quién no tuvo ganas de decir “por favor, paren de sacar temas que me tengo que ir a trabajar” cuando comienza a armarse una infinita sucesión de problemáticas intrascendentes para el voto y el debate? Incontables mensajes en cadenas de chats para determinar el regalo del día del maestro, debates acalorados sentando posiciones como si todos tuviesen un master en psicopedagogía acompañados de profundas y encendidas defensas a favor en contra del personaje del momento en la decoración de la torta de cumple para los festejos del mes, son algunos de los típicos elementos del folklore de los que se sirve Victoria Hladilo para poder tratar con humor, ironía y una mirada mordaz e inteligente a este universo tan particular.

Desde la presentación de los personajes, Hladilo se permite construir ciertos estereotipos tanto en los padres como en la maestra y en las autoridades del establecimiento, que son los que justamente, le facilitan una mirada cómplice e incisiva sobre sus criaturas. El acierto de su dramaturgia es, precisamente, tener presente cada detalle que pinta de cuerpo entero a cada personaje y construirlos naturalmente, sin discursos pretenciosos, sino por el contrario, con frases simples pero efectivas, que ofician de espejo amplificador.

Relectura y nueva puesta

Hladilo sale airosa del desafío de un montaje en un escenario diferente, que no cuenta con la intimidad que generaban las puestas anteriores en espacios más reducidos, y trabaja sobre este nuevo espacio generando una dinámica diferente, sin perder la esencia.

Asimismo, algunos “retoques” en el texto permiten que esta nueva puesta, se actualice sobre algunos temas que disparan situaciones hilarantes –una es la del lenguaje inclusivo que tiene momentos desopilantes- y trabaje sobre algunas nuevas marcaciones que facilitan un mayor lucimiento.
Estos pequeños cambios benefician sobre todo al personaje de Verónica (excelente trabajo de Julieta Petruchi) y facilitan una mayor solidez desde la propuesta, para los trabajos de Carolina Marcovsky (como Gabriela, la mamá macrobiótica que intenta infructuosamente compartir sus ideas con el grupo) y Manuel Vignau (como Martín, el antagonista de Sandra, rivales a muerte), aunque la clave para la efectividad de “LA SALA ROJA” radique en el trabajo del conjunto en donde absolutamente ninguno de los trabajos desentona.

Hladilo tiene a su cargo a Sandra, la delegada del grupo que quiere imponer su voluntad a cualquier precio, esos personajes que creen que con su cuota de poder pueden dominar y manipular este pequeño mundo a discreción. Si bien el personaje es odiosamente negativo, el texto que propone la propia Hladilo para ella, la hace querible en su vulnerabilidad, en su búsqueda de aceptación y en su imposibilidad de fracasar ni hasta en la más mínima de las decisiones, presa de su propia autoexigencia.

Ese humor tan agridulce, con esa acidez tan presente, nos permite reírnos de nuestras propias miserias –ya que la obra ni aun en los momentos más difíciles pierde el humor como el gran elemento vertebrador- y vernos reflejados en situaciones que hemos transcurrido de alguna u otra manera.
La virtud de poder tomar en tono de comedia toda esa violencia contenida, la competitividad y los mecanismos de poder que anidan en cualquier grupo humano, nos permite transitar con mucho humor ese pequeño universo de las reuniones de padres y por sobre todo, los conflictos que detonan en cada padre, los más peques de la familia.

LA SALA ROJA – Teatro Metropolitan Sura / Corrientes 1343 – Viernes 20:30 hs.

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