TEATRO: Reseña de ‘CHONGOS’

Por Matías Vitali

En el teatro Picadilly Hernán Cuevas, a quien conocimos mejor en la irreverente serie “División Palermo”, estrenó Chongos bajo su autoría y dirección. El artista también protagoniza esta comedia que se permite coquetear con el drama sin perder el entretenimiento, pilar de su propuesta. 

Es el año 2003 y la televisión presenta el concurso de Mr. Chongo en el que el público (nosotros) debe decidir al ganador, de entre cinco finalistas masculinos de (obviamente) cuerpos hegemónicos que demostrarán sus talentos en diversas pruebas. Todo es show exhibicionista de cuerpos hasta que la crueldad televisiva comienza a mostrar sus garras, proponiendo casi arbitrariamente que los concursantes expongan sus talentos a pedido del público. Eso despierta las ansiedades de los personajes y su afán de competición se activa. La tv comienza a lograr lo que se propone: que todo se vuelva más problemático, dramático y desesperante para estos “chongos”. A partir de allí, no tardaremos en ver que todo es deshonesto, que la maquinaria televisa ejerce su opresión y su abuso y que el público en realidad posee muy pocas chances de manifestarse. 

A medida que el show avanza, iremos conociendo el mundo y los deseos de estos cinco personajes. Así como también descubriremos la segunda cara de su conductor. El dispositivo escénico es tan sencillo como efectivo, y en su creatividad y simplicidad gana elevación artística. La escenografía cumple, entonces, un rol fundamental para dejarnos espiar el detrás de cámara, como un velo que busca transparentarse para desnudar (palabra muy adecuada) a los protagonistas. 

Lo más destacable es la verosimilitud de todo lo que sucede. Bien podría la propuesta haber caído en peligrosos estereotipos, pero lo hace surfeando muy bien ese problema y entregando, en cambio, un planteo con mucha verdad por parte de sus intérpretes. Los momentos en los que las cosas se ponen más tensas se hacen con muy buena transición, es decir, todo fluye entre la comedia y los pequeños momentos intimistas más dramáticos. 

Dos escenas, que suceden en espacios alternativos a la acción principal en los extremos del escenario, se lucirían un poco más si no se ubicaran tan detrás. Lo mismo ocurre con el final de la pieza, donde queda la sensación de que algo no quedó del todo ajustado desde lo técnico y artístico y se diluye un poco el efecto buscado. No opaca esto, sin embargo, a la propuesta general que se sintetiza en su desenlace, que expone lo que comenzaba a asomar desde el inicio y que refuerza, una vez más, la interpelación que deberíamos hacerle a lo que sucede en la televisión. Sobre todo, en estos tiempos de subjetividad máxima, de posverdad y desinformación. Otra interpelación pendiente que le debemos a la televisión es la de cuestionar la hegemonía física que nos muestra, excluyendo así a otros cuerpos más reales, otras disidencias, y otras formas posibles de belleza.

Recomendable propuesta para divertirse desde el comienzo hasta el fin, y para disfrutar de su erotismo provocador. 

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