Canción para mi muerte
Por Marcelo Cafferata
Durante aproximadamente dos horas, el cementerio de la Chacarita sirve de escenario para desarrollar el recorrido que propone la compañía teatral La Mujer Mutante en este espacio ubicado prácticamente en el centro de la Ciudad, un territorio absolutamente impensado como para desarrollar un hecho teatral.
“UNA OBRA MAS REAL QUE LA DEL MUNDO” propone una caminata por el Sexto Panteón, en un recorrido inmersivo en donde cinco Guías irán desgranando datos históricos, sociales y de la arquitectura del lugar, mezclados con anécdotas y pensamientos atravesados por la concepción de la muerte, los antepasados, quienes nos antecedieron en este camino e, irremediablemente, enfrentarnos con nuestra propia finitud y nuestro estado de vulnerabilidad.
Además de repasar el contexto histórico en el que se dio la creación del Cementerio de la Chacarita y su contraposición con el de Recoleta –en donde podemos hallar los restos de muchos presidentes de nuestro país- marcando las diferencias de clases sociales, los guías revelan ciertos datos de la fiebre amarilla que asoló la ciudad en 1871 y que hizo que el Cementerio recibiese cientos de cuerpos por día que llegaban desde el tren fúnebre.
La sola idea de revisar los efectos expansivos que aquella epidemia tuvo en la geografía del Cementerio, en medio del recorrido del Sexto Panteón, entre nichos y columbarios, nos interpela y remite directamente a estos tiempos de post-pandemia, en donde todos hemos sido modificados, mucho más quienes han perdido a sus seres queridos y que además, en muchos casos, no han podido ni siquiera despedirse de ellos.
La concepción dramatúrgica de Victoria Rolland y Juan Coulasso (también director de la propuesta), mezcla estos datos históricos referidos al Cementerio, con otros más directamente relacionados con la arquitectura y la concepción de este Sexto Panteón -en donde se desarrolla casi la totalidad de la performance, y de su creadora, Ítala Fulvia quien había trabajado dentro del grupo de Clorindo Testa, aplicando algunos principios de la arquitectura moderna a un espacio funerario, a quien se la evoca y se rinde homenaje revalorizando su trabajo, de una forma poética y fantasmática.
El resto de los guías cuenta desde historias personales hasta la composición de personajes que proponen citas, testimonios y relatos que tienden a borrar el límite de la realidad y la ficción, lo que enriquece mucho más la experiencia. Es imposible abstraerse de sentirse atravesado por esos textos vinculados inexorablemente con la idea de la finitud, de esa muerte que nos hermana y de nuestra manera de concebirla. Ella, que se encuentra omnipresente mientras recorremos nombres, fechas, fotos, objetos, cartas, recuerdos, flores frescas, flores secas y plásticas y diferentes ofrendas que se entremezclan con aquellos nichos completamente vacíos.
La concepción del recorrido, la exquisita dirección de arte y la puesta en donde se ponen en juego todos los sentidos, hace de “UNA OBRA MAS FUERTE QUE LA DEL MUNDO” una experiencia única, completamente vivencial y en la que cualquier descripción en palabras resulta insuficiente.
A medida que avanza la obra y el recorrido en sí mismo, la geografía del lugar, los pasadizos, los patios y las escalinatas proponen diferentes espacios en donde los espectadores deberán estar atentos a cada una de las sorpresas que componen esta experiencia. No solamente los relatos impulsan la propuesta sino que además Juan Coulasso, con todo su equipo, van dejando en el camino una innumerable cantidad de detalles que invitan a la activa participación de todos los espectadores a medida que se lleva a cabo el recorrido y mientras los diferentes personajes nos interceptan.
La inteligente utilización del espacio en favor de un espectáculo completamente diferente tiene una precisión asombrosa: el paisaje se convierte en el protagonista excluyente de la propuesta. El juego con todos los sentidos (entre los que podemos mencionar el olor a una colonia que nos transporta a la niñez, flores en una escalinata que generan vida en medio de un espacio tan gris y silencioso o los efectos de la luz dentro de las catacumbas), el uso de la música que acompaña a los personajes y el aprovechamiento del espacio que genera diferentes dimensiones en el relato y en el recorrido (con la estratégica ubicación de los personajes de modo tal de generar ese efecto de múltiples espacialidades) hacen que el hecho artístico sea único.
En los textos aparecen las tumbas, los trabajadores del Cementerio, las diferencias de clases, los olvidados, las fosas comunes como también reflexiones más filosóficas como el paso del tiempo, la muerte como cierre natural de la vida y la finitud (con la entonación perfecta en la grave y profunda voz de Flor Sánchez Elía) y la conexión con lo vital, con la naturaleza, con ese espacio donde tan cercano a la muerte, se escuchan los pájaros, se puede sentir la frescura del pasto y observar la belleza de las tipas del boulevard donde se inicia el recorrido.
Ignacio Pereyra es quien nos instruye en datos y comparaciones con Recoleta, Nahuel Caputto en la evocación a Ítala, Victoria Roland con una participación más performática y Milva Leonardi en un personaje entrañable con una gran conexión con el público en donde despliega improvisación y sensibilidad en las mismas dosis, completan esta troupe de guías que nos conducen por los laberintos de un panteón silencioso y abandonado, histórico pero en constante crecimiento, un espacio particular en donde recordamos la fragilidad de nuestra propia vida, que nos conecta afortunadamente con nuestro aquí y ahora.
“UNA OBRA MÁS REAL QUE LA DEL MUNDO” puede verse los sábados de noviembre a las 14.30, arranca en el Portón de entrada del Cementerio (Av. Guzmán 680), con entrada libre y reserva previa (se habilitan el viernes anterior a cada función a las 14 hs a través de https://www.eventbrite.com.ar/)
