TEATRO: Crítica de «Los amantes de la casa azul»

Por Marcelo Cafferata

Corre el año 1937 y León Trotsky (junto con su mujer, Natalia Sedova) llega a México, en la última escala de un largo exilio que lo fue llevando por diferentes ciudades de Europa antes de llegar a Latinoamérica.

Allí, el muralista Diego Rivera y Frida Kahlo los reciben en la icónica Casa Azul en donde tendrán unos pocos meses de estadía pero que serán determinantes: no pasará mucho tiempo cuando Trotsky y Frida, inicien un breve pero intenso e inesperado romance.

Exiliado, alejado el poder, declarándose abiertamente opuesto al autoritarismo de Stalin, Trotsky aparece en esta ocasión en su costado más humano y absolutamente encandilado por la sensualidad, la libertad, el arte y el magnetismo que ejerce Frida.

Pero este romance clandestino, es un secreto a voces y mientras Frida y Trotsky planean sus encuentros furtivos, tanto Diego como Natalia saben perfectamente lo que está sucediendo y rápidamente, el cuarteto comenzará a sufrir las consecuencias que afectarán a todos, en mayor o menor medida.

Cuatro fuertes personalidades se entrecruzan en “LOS AMANTES DE LA CASA AZUL”: Frida parece estar en un momento de profundo dolor, no solamente físico sino resentida y menospreciada por un Rivera mujeriego que parece manejarla a su antojo y no reparar en su sufrimiento y en su quiebre emocional. Trotsky, por otra parte, aparece diezmado y aunque no se lo vea tan desesperanzado como a Natalia, la angustia de saber que sus hijos corren la peor suerte en manos del régimen stalinista, es verdaderamente su constante preocupación.

Esa así como León parece encontrar en los brazos de Frida, esa energía y ese remanso que necesitaba, esa pasión que vuelva a revitalizarlo, mientras que ella ve cómo el artífice de una revolución que cambió la historia y a quien ella admiraba profundamente, cae rendido ante sus encantos.

Entre la pasión y los secretos que se irán escondiendo en la casa, Mario Diament repasa fragmentos de la historia y encuadra a sus criaturas en un contexto histórico particular donde su dramaturgia no solamente cobra fuerza por el relato amoroso en sí mismo, sino que se ve potenciado por las circunstancias particulares que atraviesan cada uno de los personajes., el drama tiene un peso específico muy subrayado.

Las cuatro figuras (quizás Natalia Sedova sea sobre la que se tenga menor información) son de por sí relevante y sus nombres ya lo dicen todo. Con sólo mencionar algún tipo de referencia sería más que suficiente, pero el texto de Diament en algunos tramos se inclina por mostrarse más enciclopédico y brindar cierta información que no enriquece demasiado la trama sino que, por el contrario, hace que algunos de los textos suenen demasiado acartonados y sobreabunden nombres e información que no son relevantes para lo que se pretende contar.

La puesta de Daniel Marcove (quien ya había trabajado con la dramaturgia de Diament en “Moscú” “Tierra del Fuego” o “Franz y Albert” entre otras) tiene aciertos que hacen que “LOS AMANTES DE LA CASA AZUL” gane en agilidad y una de ellas es la multiplicación del pequeño espacio escénico. Aprovechando cada recoveco del escenario e inclusive la escalera dentro de la platea, los personajes van encontrando sus espacios para ir contando(nos) la historia.

Muchos de los textos, son monólogos que cada personaje comparte directamente con el público y justamente la puesta los realza, enfocando a los personajes con una luz propia mientras la escena queda detenida, logrando de esta forma, momentos de gran belleza.

Marcove cuenta, asimismo, con un elenco de amplia trayectoria teatral que aprovecha cada una de las potencialidades del texto y de su puesta.

Si bien el elenco logra un nivel compacto y homogéneo en las actuaciones, el Diego Rivera de David Di Nápoli es quien todavía no ha encontrado el tono justo para esta propuesta: su composición no condice con lo que construimos en nuestro propio imaginario sobre Rivera.

Su interpretación es la más superficial del cuarteto y cuesta en algunos tramos ver a ese Diego narcisista, infiel por naturaleza y hasta sádico en su vínculo con las mujeres como han dado cuenta varias páginas de la historia.

Silvia Kanter como Natalia Sedova se gana al público cuando lo describe a Trotsky, se muestra sagaz en el profundo conocimiento de su marido y la seguridad con la que acertadamente analiza sus “movimientos” dentro de la casa –y particularmente el vínculo con Frida-, en esos pequeños monólogos con los que conecta, cómplice, con la platea.

Asimismo, el trabajo de Roberto Mosca como Trotsky –en el que muchas veces el texto le demanda un esfuerzo adicional porque tiene algunas líneas sumamente cargadas de datos- logra encontrar todos los pliegues que le propone su personaje, brillando tanto en algunas acaloradas discusiones con Natalia como en sus apasionados encuentros con Frida.

Finalmente, es imposible pensar en los resultados de “LOS AMANTES DE LA CASA AZUL” sin tener en cuenta el enorme trabajo de Maia Francia como Frida.

Pareciera que Francia estuviese poseída por el espíritu de Frida en cada escena: va desde su dolor físico después de su trágico accidente, hasta los reproches con Diego: su maltrato, su humillación cuando le es infiel con su propia hermana, él tormento de sentirse invisible ante sus ojos.

Muta completamente cuando describe su arte, cuando habla de su lucha como feminista y cuando decide atrapar a su nueva presa, a Trotsky y rendirse ante la excitación de tener entre sus sábanas a un líder de la revolución.

Maia Francia no compone a Frida, Maia Francia ES Frida.

Magnética desde la primera escena, va creciendo y realmente nos transporta a Coyoacán, a sus pinturas, a su libertad y a su tristeza.

Y también, a esa pasión, que lleno a la Casa Azul de estos inconfesables secretos.


LOS AMANTES DE LA CASA AZUL

De: Mario DIAMENT

Dirección: Daniel MARCOVE

Vestuario: Paula MORALES

Escenografía: Daniel EPSTEIN

Con: Maia FRANCIA, Roberto MOSCA, Silvia KANTER, David DI NAPOLI

Teatro EL TINGLADO – Viernes 20:00 hs y Sábados 22:15 horas.

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