TEATRO: Reseña de ‘Los 39 Escalones’

Tropezando en cada uno de los 39 escalones

Por Valeria Massimino

Fui al teatro con expectativas, recordando mi experiencia viendo la misma obra hace más de una década y con otro elenco, el gran Diego Ramos, la virtuosa Laura Oliva, Nicolás Scarpino y el hoy cancelado Fabian Gianola. Buenos recuerdos aquellos… (Los años maravillosos, diría Kevin Arnold). En esta ocasión subí los 39 escalones, me tropecé y caí al vacío… a la nada misma.

Hablemos de esta nueva versión, de cómo transformaron una obra de arte, el libro de John Buchan, que llevó al cine el genial Alfred Hitchcock, y que, Patrick Barlow adaptó para teatro en modo parodia. De aquello, a este despropósito, este gran sketch sin sentido donde -una vez mas- en el teatro humorístico nacional se apela al rancio humor que popularizaron los programas de TV de Marcelo Hugo Tinelli. Pero no puedo -no corresponde- tal vez, echarle la culpa al director (o sí?) o a este nuevo elenco (Andrea Rincón, Freddy Villarreal, ‘Bicho’ Gomez y Diego Reinhold) creo que el culpable que esto exista es el público. La mayoría de la gente busca y le pide esto al teatro comercial. Piden COMEDIA, pero ¿de qué tipo de comedia estamos hablando? Viñetas sin coherencia, utilizando un humor torpe, básico, físico (innecesario), incluso, con actuaciones donde lo gracioso se supone que es la mala pronunciación, cambiando los tonos, haciendo al diálogo inentendible, casi un juego infantil de ‘poner voz de…’ que, además, resulta injustificado.

En esta versión no se entiende nada… La sinopsis real es: Annabella es una agente británica encargada de descubrir a un grupo de traidores. Cuando ella es asesinada, su pareja se convierte en el principal sospechoso hasta que demuestre su inocencia. Para esta obra la sinopsis es una excusa que le permite a los interpretes desandar caminos muy recorridos y bajar de nivel el material de origen.

¿El único culpable es el público? Porque es el público quien ríe a carcajadas con esta versión, ríen en cada «mala palabra» y gimoteo. Plagado de argentinismos innecesarios que conecten a la audiencia con nuestra ‘realidad’ (lo que sea que eso signifique). Nada es gracioso (¿acaso el humor es objetivo?) ¿Por qué ríen entonces? ¿Qué es lo gracioso?

Villarreal, quien «trata de salvar la obra», utilizando viejos recursos y sus caballitos de batalla infaltables (sí, están imaginando bien, imita a…) acompañado por el Bicho Gómez, hacen lo que pueden, básicamente, se divierten en escena… juegan. Nada es tomado en serio, a diferencia de la versión anterior, donde hubo respeto por la obra, virtuosismo en las actuaciones, e incluso destreza física.

No es culpa de ellos, ni de Diego Reinhold o Andrea Rincón, sino de la pésima estructura de la historia, de los diálogos, de la mala decisión de hacer algo ridículo para que sea gracioso, Tinellizar para conectar directamente con el más bajo denominador del humor vernáculo.

Mi opinión es impopular, la obra es un éxito, con entradas agotadas todas las funciones en el Teatro Picadilly, sobre la Calle Corrientes al 1524. También fueron reales las risas a mi alrededor, que me desconcertaron por completo. Pasé gran parte del tiempo mirando al público, no pudiendo entender el fenómeno. (Whats wrong with these people?)

Un recurso divertido (mal hecho aquí) es fingir problemas durante la obra (actores que se olvidan la letra, música que sale a destiempo, etc.) lo cual me recordó a la obra «The Play Thas Goes Wrong (ver critica aquí). Si bien, tal vez sea injusto comparar a una obra de Broadway con esto, no puede evitarlo mientras me invadía la vergüenza ajena y ensordecían las risas. (Y por cierto, esa obra de Broadway se hizo en argentina, y la titularon: Como el culo…)

Queda el buen teatro independiente en Buenos Aires, como alternativa a este tipo de obras y el público elegirá… Aunque al parecer, mientras haya risas, nada mas importe.

0 de 10

Articulos recientes

Tambien te puede interesar

3 Comments

Leave a reply

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí